Historia y origen del Camino de Santiago
09/04/2025

El origen del Camino de Santiago se remonta a la Edad Media y tiene una gran historia que contar con uno de los doce apóstoles como protagonista.
El origen del Camino de Santiago data del siglo IX, periodo en el que se descubrió la tumba de uno de los discípulos más cercanos a Jesús, el apóstol Santiago.
Es una ruta de peregrinación milenaria que culmina en la catedral de Santiago de Compostela, donde está localizado el sepulcro.
Declarado Patrimonio de la Humanidad, en la actualidad se ha consagrado como uno de los itinerarios más emblemáticos de Europa y un símbolo de unidad.
Atrae a miles de peregrinos de todas partes del mundo alentados por vivir un viaje tanto físico como espiritual, compartiendo la experiencia con otras personas de diversas culturas y tradiciones.
Foto de Burkard Meyendriesch
El origen del Camino de Santiago y la figura del apóstol
La historia del camino surge de la devoción por el apóstol Santiago, cuyos restos descansan en Galicia.
Cuenta la Biblia que Santiago nació en Galilea en una familia de pescadores. Fue hijo de Zebedeo y Salomé, y se le conocía como Santiago de Zebedeo o Santiago el Mayor.
Era un hombre temperamental, de carácter fuerte y decidido, que fue elegido por Jesús de Nazaret para ser uno de sus doce apóstoles. Testigo directo de la vida y las enseñanzas de Jesús, se convirtió en uno de sus compañeros más afines y de mayor confianza.
Después de la crucifixión de Jesucristo, destacó por ser un predicador muy influyente en la difusión del cristianismo por todo el mundo, llegando también a Hispania, donde fue decisivo para evangelizar a los pueblos de la península ibérica.
Santiago regresó a Palestina en el año 44 d.c. y murió en Jerusalén, condenado y decapitado por orden del rey Herodes Agripa I. Fue el primer apóstol que dio su vida por defender la fe cristiana, y su sacrificio consolidó su figura como uno de los primeros mártires del cristianismo. Un icono de lucha y resistencia.
La “Traslatio” de Palestina a Galicia
Según la tradición, tras la muerte del apóstol Santiago, dos de sus discípulos, Teodoro y Atanasio, recogieron su cuerpo para darle sepultura. Se embarcaron en un viaje sin tripulación, ni timón, hasta que llegaron a Gallaecia, la Galicia contemporánea. Atracaron en el puerto de Iria Flavia y amarraron su barca en un poste de piedra, llamado pedrón, origen etimológico del nombre actual de la villa de Padrón.
Este traslado del cuerpo de Santiago desde Palestina a Galicia es lo que se conoce como “Traslatio”.
En Iria Flavia gobernaba la reina pagana Lupa, quien puso a prueba a los dos discípulos antes de permitirles enterrar los restos de Santiago.
Cuenta la leyenda que les facilitó un carro y dos bueyes salvajes para transportar el cuerpo. Los animales se volvieron dóciles, permitieron que les pusieran un yugo y comenzaron a andar sin rumbo fijo. El lugar en el que se detuvieron fue el elegido para dar sepultura a las reliquias sagradas. La reina Lupa dio su permiso, rendida ante lo que le pareció algo sobrenatural, y se convirtió al cristianismo.
Teodoro y Atanasio pasaron el resto de sus vidas custodiando el sepulcro y, tras su muerte, los enterraron junto a Santiago.
El descubrimiento de la tumba
Tuvieron que pasar aproximadamente ocho siglos para que, entre los años 820 y 830 d.c., según los investigadores, la tumba de Santiago fuera encontrada.
El descubrimiento lo realizó un humilde ermitaño llamado Paio (Pelayo), guiado por el resplandor de unas luces en el cielo sobre el frondoso bosque Libredón, cerca de Compostela, que le condujeron hasta el sepulcro donde reposaba el apóstol. Informó a Teodomiro, el obispo de Iria Flavia, quien a su vez lo puso en conocimiento del Rey Alfonso II, el Casto.
Desde entonces el lugar se volvió sagrado y fue el origen de un centro de peregrinación de los cristianos para venerar los restos de Santiago.
Rey Alfonso II, “el primer peregrino”
El Rey Alfonso II de Asturias se convirtió en el primer peregrino documentado de la historia del Camino de Santiago.
Ante la importancia del descubrimiento del sepulcro, partió desde Oviedo para visitarlo y levantó una modesta iglesia, antecedente o germen de la actual Catedral y de Santiago de Compostela.
Este viaje le atribuye ser el creador del Camino Primitivo, considerado la ruta original hacia Santiago, y supuso el comienzo de las peregrinaciones masivas que siguieron más tarde.
Foto de L.Miguel Bugallo S.
Las rutas de peregrinación
La difusión del hallazgo atrajo a monarcas cristianos y se abrieron nuevas rutas de peregrinación por toda la península durante la Edad Media, como el Camino del Norte. Esto impulsó el mantenimiento de los senderos y la construcción de iglesias y albergues para hacer más llevadero, fácil y seguro el viaje a los peregrinos.
Estas vías constituyeron un símbolo de la alianza de los reinos cristianos y la lucha contra los musulmanes, en particular durante la Reconquista en la península ibérica.
Con el tiempo, las rutas del Camino de Santiago se extendieron también fuera de España conectando Santiago de Compostela con Europa. El Camino Francés fue otra de las primeras en crearse y la más reconocida a nivel mundial.
En la actualidad, después de una historia de esplendor y decadencia, son 12 los caminos acreditados oficialmente, cada uno con sus atractivos y características diferenciadoras. Todos ellos varían en extensión, nivel de dificultad y paisajes, lo que hace posible que cada peregrino escoja aquel que se adapte mejor a sus necesidades y objetivos.
El Camino de Santiago es mucho más que un viaje de peregrinación cristiana, de búsqueda de paz interior, crecimiento y reflexión personal. Es un lugar de encuentro, de intercambio de culturas y de conexión entre personas y con la Naturaleza. En este sentido, la comunidad local tiene un papel esencial en la acogida de los caminantes, ofreciendo albergues, información de interés y actividades culturales que enriquecen la experiencia.
Sea lo que sea lo que te mueva a la hora de realizarlo, no hay duda de que será una aventura única de lo más enriquecedora, con un final memorable en la plaza del Obradoiro, a las puertas de la Catedral de Santiago. Un acontecimiento que todos deberíamos disfrutar, al menos, una vez en la vida.