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Mapa: Vía de la plata

Vía de la plata

Sevilla Astorga
Etapas
26
KM
704,6
Perfil: Vía de la plata
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La Historia de la Vía de la Plata

Quizás es cuestión de tiempo, pero si el software Google Earth pudiera aplicar su potente zoom, no sólo sobre cualquier país, sino también sobre cualquier momento de la historia, podríamos remontarnos al año 196 a.C. y ver con claridad los límites y extensión de las provincias Citerior y Ulterior, el germen de lo que hoy es España. Hacía veinte años que los romanos habían desembarcado en la península y no sólo habían conseguido doblegar y expulsar a los cartagineses sino que se proponían ordenar un rompecabezas de más de medio millón de kilómetros cuadrados formado por tribus de astures, cántabros, celtíberos, galaicos, lusitanos, turdetanos, vacceos, vascones, vetones y un largo etcétera de pueblos aferrados a su tierra. En definitiva, un puzzle con miles de piezas diseminadas que el ejército romano consiguió unir en el año 19 a.C. tras más de siglo y medio de sangrientas guerras. En ese largo periodo de cambios los términos Citerior y Ulterior desaparecieron e Hispania pasó a estar dividida en las provincias Tarraconense, Bética y Lusitania. La península ibérica estaba, por fin, sometida al poder de Roma y los tiempos de la república habían terminado a manos de Octavio Augusto (63 a.C.-14 d.C.), que se había proclamado emperador.

Las calzadas romanas en Hispania y su cenit constructivo en época imperial

Milenios antes de la llegada del ejército romano ya existían en la península incontables veredas, sendas o caminos trazados por los pueblos prerromanos y ligados fundamentalmente a sus labores de pastoreo y al tránsito del ganado. Es indudable también que el ejército romano aprovechó y mejoró estos toscos viales para avanzar más rápidamente en su tarea de conquista. Sin embargo, durante la guerra era inútil embellecer demasiado los caminos debido a la escasez de tiempo y al temor de que fueran utilizados en su contra por los guerreros hispánicos. Con el fin de la contienda y la llegada de la paz la civilización romana comenzó a manifestar en Hispania sus dotes políticas, administrativas, artísticas y constructivas. En los primeros siglos de nuestra era, hasta la invasión de las hordas bárbaras en el 409 d.C., la fisonomía de la península cambio radicalmente y los castros celtas sucumbieron ante magníficas ciudades dotadas de foros, teatros, anfiteatros y termas. Todo un lujo en aras de la convivencia y el disfrute del ciudadano romano. Entre ellas, además de los sólidos e imperecederos puentes marca de la casa, los ingenieros romanos construyeron una extensa red de calzadas que comunicaban Hispania de norte a sur y de este a oeste.

Los ingenieros y operarios romanos utilizaban para sus calzadas los materiales que tenían más a mano y las construían en base a la aglomeración de cuatro capas. Sobre una base de arena se asentaba el statumen, una primera capa compuesta por pequeñas piedras que se unían con cal o arcilla. Sobre ésta se echaba el rudus, una masa potente de piedras y guijarros sellados con mortero de cal. La tercera capa era el nucleus, puro hormigón de arena gruesa, y la última de todas era la capa de rodadura visible o summa cresta, formada por el típico enlosado de piedra. A este respecto, Isaac Moreno Gallo, en su estudio Vías Romanas, Ingeniería y Técnica Constructiva publicado por el Ministerio de Fomento, difiere y defiende que la capa de rodadura no era enlosada sino que sobre las losas había otra capa más fina de tierra suelta que posibilitaba que los carros pudieran avanzar a más velocidad.

Junto a las calzadas había unos indicadores de distancia llamados miliarios que se colocaban cada 1480 metros. Esta medida era la longitud de una milla romana y equivalía a mil pasos dobles romanos, teniendo en cuenta que cada paso doble medía un metro y cuarenta y ocho centímetros. Los miliarios son columnas cilíndricas de granito que llevan grabado, además del número de milla, el nombre del emperador que mandaba cuando se construían o modificaban las vías. En la Vía de la Plata todavía persisten gran cantidad de ellos y, en concreto, los números XXVIII y CXXXIV se conocen como miliario del Correo y miliario del Corral.

El Itinerario de Antonino:

Con este nombre se hace referencia a un mapa de vías romanas del año 217 d.C. que fue transmitido posteriormente a través de códices. El mapa en cuestión ha sido el mejor y más completo legado que ha permitido conocer todo el entramado de calzadas que surcaban Hispania en la época imperial. El Itinerario registra en nuestra península 34 vías diferentes y aporta datos sobre las millas de cada una de ellas y de sus mansios, una especie de posada que servía como lugar de descanso para los viajeros y para suplir a las caballerías por otras de refresco.

La Vía de la Plata:

Por este nombre se conoce a la calzada romana que partía de Emérita Augusta, capital de la Lusitania y actual ciudad de Mérida y llegaba hasta Asturica Augusta, la Astorga de hoy en día. En el Itinerario de Antonino este trayecto equivaldría a la calzada número XXIV entre Mérida y Zamora y a la XXVI entre Zamora y Astorga. Se trazó durante la invasión romana a finales del siglo I a.C. con un fin puramente militar y adquirió gran importancia como red comercial durante los siglos del Imperio.

El sobrenombre de Plata sigue siendo un misterio y la opinión más generalizada la defiende el catedrático José Manuel Roldán Hervás en su obra Iter Ab Emerita Asturicam, El Camino de la Plata, publicada en el año 1971 por la Universidad de Salamanca. Según Roldán Hervás el nombre de plata deriva de la palabra árabe BaLaTa, que significa enlosar, y dice así: "Aún hoy, en Siria, se conoce con el nombre de BaLaTa, el camino que aparece enlosado con piedras irregulares y grandes, por tanto creemos acercarnos bastante a la realidad si pensamos que el pueblo tomó el sonido extraño del árabe y lo hizo suyo en la palabra homófona castellana que más se le aproximaba y que evidentemente era plata".

La peregrinación por la Vía de la Plata:

Apenas hay senderistas que se conformen sólo con descubrir el legado romano a través de los 490 kilómetros que separan Mérida de Astorga. La Vía de la Plata, el principal eje de comunicación del occidente español, se convirtió por méritos propios en la ruta jacobea del sur y hoy es el itinerario elegido año tras año por más de 4.000 peregrinos para llegar hasta Santiago de Compostela. Por escasez de tiempo algunos comienzan en Mérida, pero la inmensa mayoría parte desde Sevilla y sigue el itinerario de la Vía romana hasta Granja de Moreruela, la localidad zamorana donde cogen el desvío del Camino Sanabrés que les lleva tras trece jornadas más hasta Santiago. Los menos continúan por la Vía de la Plata hasta Astorga para enlazar con el Camino Francés.

La Vía de la Plata es el reino de la flecha amarilla. Las antiguas losas romanas han cedido el relevo a las marcas de pintura chillonas y ellas son el mejor aliado para no perderse entre dehesas y pistas de concentración parcelaria. Las flechas están repartidas por todo el recorrido y, además, en toda Extremadura hay unos cubos de granito bautizados con el nombre de H1 que lucen en relieve el arco de Cáparra. Si muestran un azulejo de color amarillo indican que el camino es transitable, aunque no coincide con el trazado original de la Vía. Si la marca es verde sigue el trazado de la calzada milenaria, y si coinciden ambas el camino es transitable y sigue fiel el itinerario que tuvo la calzada. Las flechas amarillas y la ruta jacobea coinciden con los cubos que muestran azulejo amarillo o azulejo verde-amarillo.

Desde Sevilla a Astorga hay 705 kilómetros y el trayecto, que contaba con 20 mansios, sigue el trazado de cuatro calzadas del Itinerario de Antonino:

La número IX, Ab Hispali Italicam, la más corta de la red viaria y que comunicaba Sevilla con Itálica, la actual Santiponce.

La número XXIII, Item ab ostio fluminis Anae Emeritam usque, que unía Ayamonte, en la desembocadura del río Guadiana, con Mérida. El peregrino coge el itinerario de esta calzada en Santiponce y sigue por sus inmediaciones hasta Mérida, pasando por las localidades de Castilblanco de los Arroyos, Almadén de la Plata, El Real de la Jara, Monesterio, Fuente de Cantos, Zafra, Villafranca de los Barros y Torremejía.

La número XXIV, Item ab Emerita Caesaraugustam, enlazaba Mérida con Zaragoza. Se sigue desde Mérida hasta Zamora, desde el cauce del Guadiana hasta el Duero.

La número XXVI, Item ab Asturica Caesaraugustam, unía Astorga con Zaragoza y pasaba por Zamora, ciudad donde se coge para llegar hasta Astorga, fin de la Vía de la Plata.

Bibliografía:

Iter ab Emerita Asturicam: el Camino de la Plata, escrito por José Manuel Roldán Hervás y editado en 1971 por Ediciones Universidad de Salamanca.

Repertorio de Caminos de la Hispania Romana, escrito y editado por Gonzalo Arias en 1987.

Vías Romanas, Ingeniería y Técnica Constructiva, escrito por Isaac Moreno Gallo y editado en 2004 por el Ministerio de Fomento.

La aventura de los romanos en Hispania, editado por La Esfera de los libros en el año 2005.